Se despertó sobresaltado y se incorporó rápidamente.
-¡Nooooo!, me he dormido. ¡Imposible!
Mientras se vestía con la celeridad de un gato asustado que se desboca, comprendió:
-¿Dónde demonios está mi pulsera de acero?
Él estaba convencido (aunque no se atrevía a decírselo a nadie), de que esa pulsera tenía unos poderes especiales para que él se despertase siempre a la hora correcta sin necesidad de poner el despertador; simplemente por la noche pensaba en la hora a la que tenía que levantarse y voilà, se despertaba como un reloj sin necesidad de tener reloj.
Y el caso es que a Rubén no le gustaban los relojes, ni poner el móvil en alarma por las noches, le daba yuyu, como si el móvil estuviese espiando su sueño y quisiera robarle las ideas durante la noche. Porque, no os lo he dicho aún, Rubén es creativo, y necesita que su mente se encuentre en calma para que su creatividad se eleve a la máxima potencia y, de alguna forma, le gusta tener algún accesorio como amuleto para que le ayude a mantener esa calma.
Salió de su piso volando, mientras se ponía la sudadera al tiempo que se recolocaba los pantalones pues tenía una reunión que no había podido preparar, porque se había quedado dormido.
- Mi pulsera, no es posible, ¿Qué ha podido pasar?, ¿Dónde está?, No puedo vivir sin ella. Precisamente hoy.
Mientras parte de su mente se entretenía flagelándose con frases que no le llevaban a ningún sitio, repasó el tiempo que tardaba en llegar a la empresa e intentó calmarse para repasar el contenido de su presentación.
Una vez en el metro abrió su mochila, esa mochila que tenía más años que La Tana (nunca he sabido quién es La Tana) y, en el compartimento de los lápices la encontró. Allí estaba su pulsera negra de acero inoxidable impertérrita, sujeta a uno de los enganches elásticos para lápices que nunca había usado, mirándole con expectación y pensando... (La pulsera en éste relato es un ser inerte pensante, y pensaba...):- Cómo eres tan tonto, tú mismo me pusiste aquí anoche, a última hora antes de dormirte, por si te daba por quitarme de forma automática durante la ducha y te olvidabas de mí.
Al verla lo recordó todo, la preparación de la presentación, los ensayos en el salón frente al espejo,
y... cómo había dejado a la pulsera enganchada a su mochila porque así era imposible que se la dejase.
Entonces sus emociones, que hasta el momento habían sido grises, oscuras, tétricas, inhóspitas;
se tornaron a un verde azulado brillante y maravilloso y al ver todo con otro color se dio cuenta de que estaba perfectamente preparado.
Fue entonces cuando la reunión, la presentación y todo lo demás dejaron de importarle tanto y se calmó,
porque una mente ordenada y tranquila está preparada para cualquier cosa.
- Que pase lo que tenga que pasar. Se dijo al pasar la puerta de la sala donde le esperaban.
FIN
Autor: Miriam Cobreros Joyas.tienda